Carolina Sánchez 1

Carolina Sánchez , fc.

Creo que primero conocí a Claret por sus hijos, los Misioneros Claretianos, sin saberlo. Supongo que el nombre de Claret era algo familiar para mí desde mi más tierna infancia, porque mi padre fue alumno del Colegio Claret de mi pueblo natal, Don Benito (Badajoz). Recuerdo las travesuras que mi padre nos contaba que hacían en el colegio y nombres como el  del P. Agapito Robles, que le libró de la expulsión en varias ocasiones, el P. Jurado y otros eran conocidos míos por estas narraciones apasionantes de trastadas en una época donde la disciplina era un pilar fundamental de la educación. Sin embargo, lo que mi padre me transmitía eran la paciencia y la misericordia que aquellos Hijos del Inmaculado Corazón tenían con él inexplicablemente. Mi madre me decía: “ellos supieron ver, por encima de sus gamberradas, el corazón noble de tu padre”. No sé porqué, sentía una simpatía innata por esos curas que habían sido tan buenos con mi padre.

Además, mi hermano Nicolás hizo toda la EGB allí y era una praxis que todos los sábados nos íbamos juntos a ver las películas que el P. Paz nos ponía a un montón de niños. Recuerdo su cercanía, su sonrisa, sus saludos personales que me llamaban la atención y que me hacían sentir especial. Recuerdo que nos solíamos sentar en la última fila con él porque casi siempre llegábamos tarde. ¡Je, je, je!

Por otro lado, cuando aún estudiaba en el colegio de las Azules (como son llamadas en mi pueblo las Religiosas Hijas de María, Madre de la Iglesia) colaboraba en la pastoral que llevaban las monjas el P. Javier Travieso. No puedo contar lo que influyó en mi naciente experiencia de Dios este Hijo del Corazón de María. Sólo reseño aquí que de él aprendí a cantar estas palabras de Claret, ignorante de lo que luego significarían en mi vida:

Tendré para con Dios corazón de hijo, para conmigo mismo corazón de juez y para con el prójimo corazón de madre.

Y yo me deleitaba especialmente, con apenas once o doce años, en ese corazón de madre. Quizás influyera que era la mayor de una familia de seis hermanos, o quizás que la elección de Dios configura los deseos del corazón aunque uno no sea consciente de ello. Muchos años después, cuando leí en sus escritos estas mismas palabras, descubrí anonadada un detalle que me encantó porque expresaba perfectamente mi relación con el Señor. Al tendré para con Dios corazón de hijo, Claret añadía, y de esposa. ¡Sorprendente! Es muy curioso cómo nuestro santo echa mano muy a menudo de metáforas y símbolos femeninos, incluso referidos al género masculino.

Mi familia, como lo fue para Claret la suya, ha sido uno de los regalos más grandes que Dios me ha dado: mis padres y mis cinco hermanos. Ana, la tercera, vive desde 1993 en la casa del Padre: murió a los 23 años, pues padecía el síndrome de Rett. Ella ha marcado mi vida en muchos sentidos. Otro regalo inmenso de Dios. En realidad, cuando pienso en mi historia me siento inmensamente agraciada. Descubro tantos dones que no tengo palabras y me falta vida para dar gracias a Dios.

¡Bueno, perdón, vuelvo a Claret!

Cuando empecé el BUP mis padres me matricularon, siguiendo la tradición familiar y, sobre todo, a pesar del esfuerzo económico que suponía, por una clara opción por la educación en la fe. Recuerdo que cuando estábamos en 3º, creo, se organizó en el colegio un concurso sobre la persona de San Antonio María Claret y tuvimos que estudiarnos la Autobiografía a fondo, del principio al fin. Ésta fue la primera incursión en su vida. Este estudio fue guiado por el P. Antonio Garófano, que a nosotros nos parecía que lo sabía todo sobre Claret.

La figura de Claret apareció ante mí, fundamentalmente, como un misionero infatigable que recorrió mundos obsesionado por el anuncio de la Palabra de Dios. Me impresionaron mucho su relación con la Eucaristía y “la gracia grande de la permanencia de las especies sacramentales” que el Señor le concedió al final de su vida. En COU el P. Rafael Guzmán nos alentaba a participar a diario de la Eucaristía y yo pensaba, con cierta envidia, en el amor que Claret tenía por este sacramento.

En el verano de 1983, con dieciséis años, asistí a mi primera convivencia vocacional con Filiación Cordimariana y el tema que trabajamos fue la figura de San Antonio María Claret que para mí era ya muy familiar.

A partir del descubrimiento de mi vocación Claret surge en mi vida como Fundador, como alguien íntimamente ligado a mi proceso vocacional.

1ª Etapa: Gastar y desgastar la vida

Tengo que reconocer que el encuentro decisivo con Claret fue el año de mi ingreso en Filiación Cordimariana, agosto de 1984. El cursillo de formación que el Instituto organizó para un nutrido grupo de jóvenes iniciadas y formandas consistió en una peregrinación por los lugares claretianos de Cataluña durante la segunda quincena del mes de julio. Viajamos en tren hasta Barcelona, con un poco de pan y queso en las mochilas, recordando el viaje de Claret a Roma en barco. Recorrimos Sallent, Fusimaña y Vic. La impresión que hizo en mí la experiencia aún la recuerdo vivamente. Es imposible contar todo lo que descubrí y viví aquellos días. Sólo comparto dos momentos que han sido pilares en el desarrollo posterior de mi vocación. Recuerdo mi emoción al ver “los zapatos” que están en el museo. (Por cierto, el museo aún no había sido reformado y todos los objetos que había estaban al alcance de tus manos; el cuerpo de Claret estaba aún en el presbiterio de la Iglesia). Pues bien, aquellos zapatos tan gastados fueron para mí el icono de lo que había de ser mi futuro. Tenía diecisiete años y contemplando aquellos viejos zapatos supe que lo único que merecía la pena era gastar y desgastar la vida por el Señor. Claret fue impulsor de unos deseos radicales de entrega. Intuí que había recibido la vida para entregarla sin medida y allí, ante su cuerpo, recé con una ingenua pero sincera disponibilidad la oración del abandono de Carlos de Foucauld.  El 11 de agosto de ese mismo año comenzaba mi Iniciación y mis notas de aquellos días rezaban así: Tengo que ser como una vela que arde, gasta la cera y luce hasta que muere (Propósitos de 1870).

2ª Etapa: Mitte me

Después, durante los años que duró mi formación, los escritos de Claret fueron objeto de estudio y reflexión. Algo que disfruté enormemente. Cuanto más leía más me enganchaba. Del estudio de su Autobiografía quedó impreso en mí su mitte me. ¡Cómo me impresionaba su disponibilidad absoluta y su obsesión por buscar en todo la Voluntad de Dios!

3ª Etapa: Forjada en la Fragua del Corazón de María

Cuando hice mi primera Consagración me instalé en Madrid para continuar mis estudios universitarios y vivir mi vocación en un grupo de vida fraterna. En un retiro que nos dio el P. Gonzalo Fernández descubrí el apasionante itinerario de la experiencia Fragua. La idea estaba muy en los principios pero a mí me pareció entusiasmante. Desde entonces la referencia a esta experiencia espiritual ha sido continua y constante y ha sido un pozo que ha venido a saciar la sed que cada etapa de la vida generaba en mí. Tenemos un tesoro carismático que dinamiza la propia vocación de una manera maravillosa y bellísima.

Las Hijas del Corazón de María adaptamos la experiencia carismática de la Fragua a la vida cotidiana y a nuestro peculiar don vocacional. Ha sido y continúa siendo un derroche de gracia desbordante.

A lo largo de todos estos años de vida consagrada he pasado cíclicamente por todas las etapas. He experimentado Quid Prodest dolorosos pero muy sanadores. El fuego del Amor de Dios, Patris mei, ha acompañado mis pasos siempre; ¡cuántas veces he rezado con Claret el Salmo 22 y cuánto ha confortado mi corazón! El amor apasionado por Cristo – Charitas Christi – se ha ido acrisolando en el yunque de las tribulaciones que todo seguidor del Maestro experimenta necesariamente. Me he sentido de verdad forjada en la Fragua del Corazón de María, donde he recibido tanto amor, tanta misericordia que no tengo palabras para explicarlo. El Spiritus Domini me ha liberado de tantas tentaciones, de tantos pecados, de tantos peligros…sobre todo de mí misma y… ¡cuánta tarea tiene aún pendiente! Yo también he querido ser, como Claret, saeta bruñida, enviada por las manos de María al corazón del mundo.

Bien sabéis que soy hija, formada por Vos en la fragua de vuestra misericordia y amor. Yo soy como una saeta puesta en vuestra mano poderosa… (Autb. 270)

El significado de Claret en mi vida

Tendré para con Dios corazón de hija y de esposa, (…),           Carolina Sánchez 2

y para con el prójimo corazón de madre.

A estas alturas de mi testimonio me resulta, cuando menos reiterativo, preguntarme qué ha significado Claret en mi vida. Creo que ya está más que dicho… aunque quede lo más y lo mejor en el corazón. No obstante todo, no me resisto a silenciar que gracias a Claret soy lo que soy hoy: Hija del Santísimo e Inmaculado Corazón de María. Un nombre que, sólo pronunciarlo, me llena de emoción. Un nombre que dice mi identidad más profunda. Un nombre que ha llenado mis días y mis noches de una plenitud que yo jamás pude haber soñado.

En las raíces carismáticas de nuestro Libro Fundacional y al contacto con la persona de San Antonio María Claret he descubierto las dimensiones que conforman mi propia vocación. Ya he hecho mención a las palabras de Claret que introducen este apartado; ellas fueron, de alguna manera en mi infancia, profecía de lo que estaba llamada a ser: hija (la filiación con respecto al Padre y a la Virgen María), hermana (esta dimensión brota de la filiación: somos hermanas porque somos hijas), esposa de Cristo (nuestra consagración tiene una dimensión esponsal muy profunda que ya desde el Libro fundacional aparece de modo explícito) y madre (nuestra misión es prolongar la maternidad de María en el corazón del mundo).

Claret me ha enriquecido     

Son muchas las facetas de mi vida consagrada las que se han visto enriquecidas por Claret. Sólo reseño una por la centralidad que ocupa en mi existencia: el Corazón de María.

San Antonio María Claret, en nuestro Libro Fundacional, bien se afana en describirnos qué ha de significar para nosotras. Las metáforas que utiliza son bellísimas. El Corazón de María ha de ser para nosotras: nuevo claustro, arca sagrada y concha o madre perla.

El Señor a quien habéis elegido por esposo, y a quien habéis consagrado todos los afectos de vuestro amante corazón, os ha mirado con ojos compasivos y quiere admitiros por esposas… A lo menos así me lo hace creer un pensamiento que el Señor me ha inspirado, y que va a proporcionaros el que podáis realizar todos vuestros deseos, abriéndoos un nuevo claustro, un claustro el más dulce, el más tierno y delicado; un claustro que os procurará las ventajas más esenciales de los antiguos conventos, y éste será el Santísimo e Inmaculado Corazón de María. (Libro Fundacional nº 4).

 Aquí se os dará el honroso y noble título de Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María. (Libro Fundacional nº 6)

¡Dichosas una y mil veces las que tendréis la suerte de entrar en esta arca sagrada! Aunque tengan que vivir en medio de un siglo tan corrompido como el nuestro, serán como las perlas que se crían y conservan hermosísimas en medio de sus conchas o madreperlas, por más que estén rodeadas por todas partes de las aguas amargas del mar, ni peligran, por más que a su alrededor se levanten las olas más encrespadas, así vosotras, si como las perlas estáis dentro de esta preciosísima concha o madre del Corazón Inmaculado de María… ni tendréis que temer, (…), ni tendréis por qué espantaros, aunque el infierno entero brame contra vosotras. Estaréis dentro del sagrado Corazón de María y esto os bastará. (Libro Fundacional nº 8 y 9).

Recordar esta promesa es siempre motivo de gozo y de fortaleza en medio de cualquier peligro o tentación. ¡Cuántos momentos difíciles en los que reactualizar estas palabras ha sido bálsamo e impulso para seguir adelante, confiada y segura en la certeza de un amor que no defrauda!

Los desafíos que Claret despierta en mí

Claret me ha desafiado a permanecer en el mundo, sabiendo que esto así lo ha querido Dios y es fruto de las miras de misericordia que ha tenido con nosotras y, sobre todo, con los demás: Pero sobre todo las miras de misericordia se descubren con respecto de los otros, a los que Dios sabe cuán útiles podréis ser permaneciendo en el mundo. Y el bien que vosotras haréis no quedará limitado en el breve recinto de vuestras casas: mucho más se extenderá, porque la luz de vuestras obras resplandecerá como una antorcha y las gentes glorificarán a vuestro Padre y Esposo celestial. (Libro Fundacional nº 188 y 191).

Carolina Sánchez 5Pero se trata de un permanecer en el mundo de un modo muy especial: con entrañas maternales, prolongando la maternidad espiritual de María. Resulta curioso que de un hombre se puedan aprender actitudes netamente maternas. Claret, sin lugar a dudas, tenía corazón de madre. Era condición indispensable para ser un buen sacerdote. Aprendo de mi Fundador a ser madre. Toda su vida, sus actitudes, su creatividad para inventar mil caminos para ganar a las personas para Dios, su desvivirse por todos… desafían mi vida a una mayor entrega, al amor más grande.

A menudo medito las notas espirituales que escribió siendo confesor de la reina, en particular, las que titula El corazón del sacerdote. Ahí va describiendo las propiedades de una buena madre. Con ellas pongo punto final a mi testimonio, teniendo la sensación de haber mostrado la puntita de un iceberg. Doy gracias a Dios por haber suscitado en la Iglesia para el mundo a San Antonio María Claret, nuestro Padre Fundador. Y doy gracias al mismo Dios por haber sido elegida a participar de un carisma tan hermoso. ¡Me ha tocado un lote hermoso! ¡Me encanta mi heredad!

   Una madre hace, sufre, ruega, suplica a Dios y a la Virgen… Es un ser misterioso que tiene dos naturalezas… Llama la atención y el amor del padre sobre el hijo. Hace el oficio de medianera, misericordia entre el padre y el hijo. El amor de madre es tierno, ingenioso y constante. Cuanto más sacrificios y lágrimas le cuestan los hijos tanto más los quiere… El amor de la madre no desfallece, cuanto es mayor el peligro, tanto más activo y enérgico e intrépido es…

Carolina Sánchez Sánchez-Miranda

Hija del Inmaculado Corazón de María

Nací el 11 de agosto de 1966 en Don Benito (Badajoz). Ingresé en Filiación Cordimariana el 11 de agosto de 1984. El 15 de agosto de 1987 hice mi Primera Consagración y la Perpetua el 23 de agosto de 1993. Mis estudios: Maestra (Escuela de Magisterio de Cáceres); Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense (Madrid); Alumna de la Escuela de Espiritualidad (Universidad Pontificia de Comillas); Especialista en Espiritualidad Bíblica (Universidad Pontificia de Comillas). Mi trabajo actual: Maestra de educación musical en un colegio público de la Comunidad de Madrid. Mis responsabilidades institucionales: he animado la Pastoral Juvenil Vocacional de Filiación Cordimariana durante 24 años (1991-2015). El primer sexenio formando parte del Equipo General de Vocaciones y después asumiendo la responsabilidad de Delegada General. Durante estos años el contacto con jóvenes ha sido muy estrecho y el trabajo en Familia Claretiana particularmente intenso. Consejera General desde 1997.  Actualmente soy la Formadora General.