El P. Marcelo Vásquez ante la fotografia del P. Claret.

En medio del calor estival arribé a la ciudad de Vic. Tras el portón estaba la Casa Madre: la primera morada de los misioneros, después de fundada nuestra Congregación. Ellos también arribaron un verano. Luego, la emoción se convirtió en fraternal acogida gracias a las atenciones de la actual comunidad claretiana.

Fueron muy pocos días, pero fueron intensos. Aparte de los momentos comunes de refección y oración, compartíamos amenas charlas mientras caminábamos por la ciudad.

Con el P Carlos Sanchez, cmf, y al ritmo de sus explicaciones, recorrimos las estrechas calles de Vic, contemplamos los edificios significativos, incluso pueblos aledaños como Viladrau, intentando reconstruir en el recuerdo la aventura misionera del P. Claret. En otro momento, repasé la vida y obra de nuestro fundador con la atenta guía del P Josep Rovira, cmf, en el museo de la casa.

La acogida y buena disposición de todos, del P. Casal, cmf, del hermano Pere Martínez, cmf, y del P. Josep Armengol, cmf, superior local, hicieron que mi estancia en la Casa Madre se convierta en una peregrinación histórica y viva a la vez de un misionero a las raíces de su familia.

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Al escribir el grato recuerdo de mi visita, deseo y pido a Dios que nuestras comunidades puedan ser proféticas, en el sentido de que permitan a sus miembros soñar con una primavera de vida fraterna y ayuden a palpitar cada corazón en el espíritu misionero.

P. Marcelo Vásquez, cmf.