El miércoles 7 de febrero de 2018 ha tenido lugar la defensa doctoral del P. José Mª Hernández Martínez, CMF, colaborador del CESC, en la Facultad de Teología de Granada (España), donde ha sido profesor durante muchos años.

La tesis ha sido dirigida por el Prof. José Serafín Béjar Bacas, con el título: San Antonio María Claret y el protestantismo de su tiempo:La utopía de un encuentro imposible.

El doctorando ha estructurado su defensa en tres puntos: El protestantismo en la trayectoria histórica de Claret; El pensamiento de Claret sobre el protestantismo; Valoración y perspectiva.

El autor junto a un Pastor Evangélico.

El tribunal compuesto por el Rector de la Facultad , P. Diego Molina, SJ; por el director de la investigación, Prof. J. Serafín Béjar Bacas; y por el Prof. Fermín Francisco Rodríguez López, CMF. La valoración de la defensa ha sido «10, Matrícula de honor».

Ofrecemos a continuación el texto de la defensa realizada por el P. José Mª Hernández, CMF.

 

San Antonio María Claret y el protestantismo de su tiempo: La utopía de un encuentro imposible

  1. Antecedentes

Creo que la primera vez que oí hablar de ecumenismo fue en el curso de Historia de la Iglesia que impartía el profesor Manuel Sotomayor en esta Facultad a principios de los años 70. Entre las muchas y sabrosas anécdotas con que sazonaba sus clases, recuerdo que nos habló de un autor del siglo XVII (Francisco Bermúdez de Pedraza) que escribió la historia de la Iglesia de Granada. Para no alargarse demasiado -nos decía socarronamente- este autor había comenzado su relato de esta historia a partir solamente del diluvio universal… Desde luego, ¡podía haber empezado desde Adán y Eva!

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Como Vdes. comprenderán, en la media hora asignada para la presentación de la tesis, yo no puedo ni debo remontarme tan lejos… Con todo, quisiera decir una palabra sobre sus antecedentes, porque creo que ayudan a situarla y comprenderla mejor.

Aunque la elaboración sea muy reciente, este trabajo tiene su origen remoto en algunas experiencias personales que he tenido la suerte de vivir a lo largo de cuarenta años de ministerio sacerdotal y labor docente en Granada.

La primera de ellas es la relación cordial que desde 1986 vengo manteniendo con la Iglesia Evangélica Española de Granada. Con motivo del Octavario de Oración por la Unidad he sido invitado a predicar muchas veces en su templo del Callejón del Pretorio, y la amistad con sus pastores me ha permitido también compartir algunos retazos de la vida y la historia de esta comunidad protestante. Así descubrí la figura de Manuel Matamoros, considerado como el fundador de la Iglesia Evangélica y uno de los grandes pioneros de la Segunda Reforma en España.

El segundo antecedente fue una exposición itinerante organizada en 1996 por el Centro de Estudios de la Reforma sobre el tema “Intolerancia y Libertad Religiosa en la España Contemporánea (1808-1996)”. En ella se presentaba al citado M. Matamoros como “Campeón y Mártir de la Libertad Religiosa en España”, y al mismo tiempo se incluía a San Antonio María Claret en la sección dedicada a “Algunos intolerantes”. Para mí, como misionero claretiano, el conocimiento de este hecho fue motivo de un dolor profundo, pero también un estímulo para investigar los motivos y las circunstancias de esta imputación, aunque solo fuera para aprender de los errores del pasado y -en la medida de lo posible- reparar sus consecuencias negativas.

Unos años más tarde -en 1999- realicé un trabajo de investigación sobre la estancia y las actividades de San Antonio María Claret en Granada.[2] Nuestro Fundador aprovechaba los viajes de la Reina para predicar en todos los conventos, seminarios y establecimientos benéficos de las ciudades que visitaba. Me llamó la atención que en aquellos cuatro días de intensa actividad apostólica (del 10 al 14 de Octubre de 1862), y contra lo que era su costumbre habitual, el Santo no hubiera visitado la cárcel de Granada, en la que precisamente se hallaba preso, en espera de juicio, el citado M. Matamoros. Al darle vueltas a este hecho, tuve la intuición de que, si en aquellas circunstancias el encuentro había sido imposible, algún día -Dios sabe cómo- la utopía podría convertirse en realidad. Esta convicción, este sueño acompaña y alienta desde entonces mi vocación ecuménica.

El último antecedente de esta investigación ha sido la petición que en 2016 me hizo el director de la revista Studia Claretiana para que escribiera un artículo sobre Claret y el ecumenismo con motivo del 500 aniversario de la Reforma. El tema respondía plenamente a mis inquietudes personales, de modo que acepté y emprendí este estudio con gran entusiasmo. Casi sin pensarlo, lo que iba a ser un simple artículo ha ido luego creciendo hasta alcanzar la amplitud, el rigor y la minuciosidad propias de una tesis doctoral, que ahora tengo la satisfacción de presentar.

 

  1. Desarrollo del trabajo

El proceso de investigación requería, ante todo, averiguar si el tema había sido ya estudiado por otros autores. A pesar de que la bibliografía sobre Claret es ingente, no hicieron falta muchas averiguaciones para comprobar que, salvo alguna alusión ocasional, el tema permanecía completamente inédito.

Por consiguiente, había que comenzar directamente por los escritos de Claret, que constituyen la fuente más importante -y además muy abundante- para este estudio. En el curso de la investigación hemos ido repasando los trece volúmenes recopilatorios de manuscritos claretianos, los tres gruesos volúmenes del epistolario, la edición crítica de la Autobiografía y otros escritos autobiográficos, los tres tomos de escritos espirituales, pastorales y marianos selectos y  casi un centenar de opúsculos publicados por el Santo a lo largo de su fecundo ministerio[3]. A estas fuentes primarias se fueron sumando otros libros de referencia para conocer la vida y el pensamiento de Claret (como los de Cristóbal Fernández, Juan Manuel Lozano o Federico Gutiérrez, por citar solo algunos nombres de mayor relieve).

Paralelamente hemos podido manejar una serie de publicaciones protestantes que, sin ser tan numerosas, son suficientemente representativas para conocer la historia de la Segunda Reforma en España y la mentalidad más común entre los autores y comunidades evangélicas de la época de Claret (1807-1870), que delimita el ámbito temporal de nuestro estudio.

Por último, el trabajo de investigación bibliográfica ha incluido la lectura de diversas monografías sobre la España del siglo XIX, sobre todo en el aspecto religioso, y la consulta de un buen número de obras de apologética y controversia antiprotestante que, directa o indirectamente, han podido inspirar a Claret. De ellas y de las demás obras utilizadas en nuestro trabajo queda constancia en las notas y en la bibliografía general.

A partir de todos estos materiales hemos podido construir e ir rellenando el armazón de la tesis, que finalmente ha quedado estructurada en tres capítulos. De manera simplificada, podríamos resumirlos en tres verbos: Conocer, Comprender y Valorar.

– Así, en el capítulo I hemos recorrido las distintas etapas de la vida de  Claret para ir situando en cada una de ellas, y en su particular contexto histórico, sus manifestaciones o eventuales contactos con el protestantismo. Es una exposición de tipo histórico-biográfico en la que prima sobre todo la recogida y la ordenación de los datos.

– En cambio, en el capítulo II estudiamos ya de manera sistemática el pensamiento de Claret, presentando la imagen que tanto él como, en general, el catolicismo del tiempo tiene de los protestantes, y analizando más de cerca aquellos temas doctrinales que centraron su interés, sin perder de vista el contexto ideológico de la época -tremendamente conflictivo- las fuentes y los factores que inspiraron ese modo de pensar.

– Finalmente, en el capítulo III esbozamos una valoración crítica de este pensamiento, señalando los motivos o circunstancias que subyacen y alimentan la polémica, tanto por parte de Claret como del lado protestante. Para acabar esbozando un horizonte de futuro en el que los conflictos del pasado quedan finalmente superados y la utopía de un encuentro que parecía humanamente imposible llega a convertirse en gozosa realidad.

 

  1. Resultado

La escasez de tiempo no permite que nos detengamos aquí en los contenidos concretos de la tesis y ni siquiera podemos hacer un resumen breve de los resultados y las conclusiones obtenidas a lo largo del trabajo. Confiando en que una pronta publicación la ponga a disposición de los interesados, nos limitaremos a destacar el enfoque metodológico de la tesis y las convicciones de fondo que en ella hemos querido fundamentar y transmitir.

En todas las fases de nuestro recorrido, desde los presupuestos iniciales hasta las conclusiones finales, hemos intentado poner en práctica una hermenéutica de comunión en la que la teología, tradicionalmente definida como fe que busca la inteligencia (fides quaerens intellectum), se cualifica también como amor que busca la comunión con el otro -con las otras confesiones cristianas-, y ello desde la doble convicción de que, siendo diferentes, somos miembros de un mismo Cuerpo eclesial, y de que, en todo caso, es más importante lo que nos une que lo que nos distingue y eventualmente podría separarnos. Además, en la forma de abordar y elaborar los temas, hemos aplicado el método del ecumenismo receptivo que, ante todo, trata de escuchar, aprender y enriquecerse con la visión del otro, para alcanzar juntos la curación de las heridas del pasado (cf. UUS 2) y llevar adelante un enriquecedor intercambio de dones.

De este modo, dejando atrás la polémica y las mutuas descalificaciones, es posible descubrir la identidad profunda, las coincidencias ignoradas y la unidad que permanece incólume en el fondo, por más que en la superficie solo se vean grietas y aristas. Desde esta óptica, la relación entre católicos y protestantes sería comparable a las dos orillas de un río que, si en la superficie parecen opuestas o enfrentadas, en el fondo forman parte de la misma tierra que el río surca, impregna, moldea y fecunda… Esa corriente de agua que aparenta separarlas, en realidad las une y vivifica. Pero, para comprobarlo, hay que llegar hasta el fondo, hasta el lecho del río, donde las separaciones se diluyen o, simplemente, resultan irrelevantes.

Esta hermenéutica de comunión encuentra su expresión más alta en el ecumenismo de la santidad: Cuando dos personas están unidas a Cristo, lo sepan o no, están también unidas entre sí. Hemos visto este principio fundamental ejemplificado en las trayectorias vitales de Claret y Matamoros, dos figuras aparentemente opuestas y enfrentadas, que en realidad fueron compañeros de camino en el seguimiento de Jesús y en el servicio de su Reino, y que ahora forman parte de esa inmensa nube de testigos que inspiran y estimulan la marcha de las Iglesias hacia la plena comunión en Cristo. Más aún, con la fuerza de la esperanza, nos atreveríamos a aplicar este principio a todas las personas de buena voluntad que -aun sin saberlo- secundan en su vida la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere y renueva toda la creación. En definitiva, lo sepamos o no, lo queramos o no, todos estamos unidos en el corazón de Dios[4].

 

[1] Francisco Bermúdez de Pedraza (1585-1665), Historia eclesiástica: principios, y progressos de la ciudad, y religión catolica en Granada (Impr. Real, Granada 1683). El cap. II, dedicado a los primeros fundadores de la ciudad de Iliberia -hoy Granada- comienza efectivamente con Noé: “Desembarcó Noé a los primeros pobladores del mundo en las montañas de Armenia…” (Fol. 1 verso)

[2] José Mª Hernández Martínez, Claret en Granada (ed. ciclost. Pref. Prov. de Formación, Granada 1999), 32 pp; se recogió luego en la revista Studia Claretiana, vol. XXI (2003-2004), pp. 86-112.

[3] La mayor parte de estas obras son accesibles online a través de la página web del Centro de Espiritualidad Claretiana (CESC) y de Google Books, pero también hemos podido consultar los ejemplares impresos custodiados en las bibliotecas y archivos claretianos de Granada, Vic y Roma. A través de Internet hemos podido incluso adquirir un par de obras de particular interés y rareza.

[4] Lo expresó maravillosamente en su testamento Christian de Chergé, el prior de Tibherine, que esperamos ver pronto beatificado junto con sus compañeros de martirio.