A pesar del adjetivo que la acompaña, no creo que sea un animal “común” para el común de los lectores. La cogujada común es un ave con un especial aire de simpatía por la cresta que le acompaña.

Para Claret, un hombre que anduvo tanto por valles y montañas, le era muy familiar la fauna de su tierra. Y este conocimiento aderezado con la profunda interioridad y largas horas de silencio le llevó a fijarse en las características de cada animal para sacar un provecho en la virtud. Se fijó en la cogujada común para vencer la pereza. Así dice en uno de sus manuscritos: “¡Oh perezoso!,… Aprende de la cogujada, que, cuando ha comido, se levanta derechita al cielo y canta. ¡Qué lección para aquellos que no dan gracias después de comulgado y comido!”.

La pereza nos lleva muchas veces a comulgar y comer, y quedarnos a continuación como si nada. Tanto el alimento físico como el alimento espiritual son dones de Dios que reclaman agradecimiento. “Es de bien nacidos ser agradecidos”, dice el refrán. De lo contrario corremos el riesgo de apropiarnos el don, y no hay nada merecido si no es por gracia de Dios. Con ambos alimentos, Dios se hace providente para restaurar nuestras fuerzas y ponernos a su servicio. La cogujada después de comer canta, y en ese canto veía Claret el agradecimiento; sin embargo está cada vez más extendida la práctica entre el pueblo cristiano esfumarse al momento del lugar de culto tras haber comulgado o ponerse hablar con el vecino. ¡Nos falta tiempo para irnos y desconectar de la comunicación con Dios!, unas veces porque los curas no tienen paciencia y apagan luces y cierran puertas a cal y canto y otras veces porque se tiene demasiada prisa en salir. Este mundo estresado y sobrecargado de ruidos no deja digerir al mismo Dios que nos alimenta.

Pedimos con frecuencia en el “Padrenuestro” que nos dé el pan de cada día (cf. Mt 6,11), y cuando lo hemos tomado parece que lo despreciamos. ¿No es esto una grave insensatez? El canto del cristiano tras haber comido y haber comulgado ha de tener un doble complemento: primero, agradecimiento, y segundo, anuncio del nombre de Jesucristo, que nos ha alimentado.

 

Juan Antonio Lamarca Carrasco cmf.