Vi otro ángel poderoso, que descendía del cielo envuelto en una nube; tenía sobre su cabeza el arco iris, y su rostro era como el sol, y sus pies, como columnas de fuego, y en su mano tenía un librito abierto. Y poniendo su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, gritó con poderosa voz, como león que ruge. Cuando gritó, hablaron los siete truenos con sus propias voces. Cuando hubieron hablado los siete truenos, iba yo a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: ‘Sella las cosas que han hablado los siete truenos y no las escribas’” (Ap 10,1-4).

Para Claret “los siete truenos” son los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (cf. Aut 686), a los que llama “mis compañeros” (Aut 687).

Si nos detenemos en esta imagen bíblica tan sugestiva veremos que: El ángel poderoso, con rasgos deslumbrantes, se asemeja al Señor. La nube muestra su trascendencia divina. El arco iris es símbolo de la alianza divina. Su rostro y sus piernas firmes e incandescentes parecen como dos rayos de sol que caen verticales fulminando la tierra. Con sus pies abraza el mar y la tierra en señal de dominio absoluto. Su voz tiene el poder del rugido del león. Y en su mano un pequeño libro abierto signo de la profecía que viene a traer. Esta noticia no se puede silenciar, ni siquiera susurrar como misioneros medrosos, sino que se ha de “gritar” con valor y arrojo. Con la fuerza de un trueno se han de presentar los misioneros ante el mundo, impulsados por el Espíritu Santo.

Pero podemos presentarnos ante el mundo con mucha fuerza y que nuestras palabras maridadas con una vida anodina y acomodada muestren un mensaje vacío. Por eso dice Claret que se han de caracterizar para dar fruto por la mortificación (cf. Aut 684), el celo apostólico, la castidad y el amor a Jesús y María (cf. Aut 686). Este amor a Jesús y a María se cultiva con la eucaristía, la oración, la lectura espiritual y de la Palabra de Dios, y el estudio.

Apasionémonos por Dios, vivamos con la serenidad del que ha apostado por “caballo vencedor”, y seremos eficaces ministros del Señor sometiendo el mundo al dominio de Dios.

 

Juan Antonio Lamarca cmf.