Salimos de la Autobiografía y rescatamos una imagen muy catequética que presenta Claret en los Propósitos de los Ejercicios del año 1866 y en el libro “Templo y palacio de Dios nuestro Señor” del mismo año.

Dice así “Andaré continuamente en la presencia de Dios interiormente. Al efecto andaré siempre muy recogido para no derramarme. La imaginación la tendré ocupada en mi interior en el Señor, acordándome de aquellas palabras de San Pablo: ‘¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios?’ (1Co 3,16), ‘Vosotros sois templo de Dios vivo’ (1Co 6,16). Me figuraré que mi corazón es como aquella pieza en que estaba sentado Jesús, y que mi alma está contemplando a los pies de Jesús, como María, está ocupado sin turbarme en la cosas de mi ministerio a fin de que sean como una comida la más sabrosa para Jesús. Me figuraré que mi alma y mi cuerpo son como las dos puntas de un compás, y que mi alma, como una punta, está fija en Jesús, que es mi centro, y que mi cuerpo, como la otra punta del compás, está describiendo el círculo de mis atribuciones y obligaciones con toda perfección, ya que el círculo es símbolo de la perfección en la tierra y de la eternidad en el cielo”.

La imagen es muy apropiada para el hombre de hoy que vive con tantas prisas y disperso. La idea no puede ser más clara: debemos tener nuestro centro en Dios para que toda nuestra actividad sea armónica y ordenada.

Se inspira Claret en el pasaje de Marta y María (Lc 10, 38-42). Malamente interpretaríamos este pasaje si pensamos que Jesús descarta el servicio como forma evangélica de seguimiento, nada más contrario a esta idea (cf. Jn 13,1-17). El problema es desde dónde servimos, y Jesús no deja lugar a dudas: debemos prestar nuestro servicio como verdaderos discípulos, es decir, desde una escucha atenta de la Palabra de Dios; esto es escoger la mejor parte que nadie nos quitará. Cuando es Dios nuestro centro y es Él quien nos mueve ganamos en paz y serenidad aunque sea abundante nuestro trabajo. El estrés no es hacer muchas o pocas cosas, sino hacerlas sin profundidad. Debemos sacar un tiempo generoso para orar y escrutar la Palabra de Dios, entonces la vida se ilumina de otra manera, y nuestra actividad, sea la que sea, tendrá un trazo especial.


Juan Antonio Lamarca, cmf.