PAPÀSOGLI Giorgio – STANO Franco, Antonio Claret, l’uomo che sfidò l’impossibile, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1983, pp. 755.

Aquí tenemos una de las pocas biografías de Claret escritas en italiano, por añadidura muy extensa y obra de dos literatos de aquel país y óptimos conocedores del mundo eclesial y espiritual. Papàsogli es autor de numerosas vidas de personajes cristianos, y el claretiano Stano también.

La obra se basa en las mejores y más completas biografías sobre Claret escritas hasta aquella fecha (Aguilar, Fernández, Lozano…) (cf. pp. 11-12); y en particular cita muy frecuentemente la Autobiografía del santo, además de sus cartas y algunos escritos. En las pp. 330-331 nota 6, los autores explican con qué criterios han hecho uso de los escritos del biografiado.

Su intención es la de ofrecer al público italiano una obra completa y, sobre todo,  adaptada a un público que suponen no conoce muchos elementos de la geografía, la historia, la cultura y el carácter españoles del siglo XIX. De ahí que muy frecuentemente encontremos síntesis históricas muy útiles para un público  que desconoce las complicaciones político-sociales de la España de aquel tiempo. Por ejemplo, sobre el origen de los carlistas y liberales (pp. 66-72), la figura de Espartero (p. 133 n. 1), Narváez (pp. 134-135), la dificilísima y compleja situación de Cuba cuando llegó Claret (pp. 225-267), Isabel II (pp. 348-361)…

Consta de 53 capítulos, algunos más o menos largos, otros muy breves.  Ya en los títulos de los mismos vemos inmediatamente el estilo ágil y atrayente que van a usar. Lo cual no quiere decir que va a ser superficial, al contrario, se va a basar –como decimos- en continuas referencias a escritos del santo, aclaradas en notas, a veces muy largas para no hacer pesado el texto. Incluso alguna vez entran en polémica con algún autor, por ejemplo, con J. M. Vigil, a propósito de Claret y la esclavitud en Cuba (pp. 312-313, y cf. 313-318). Narran con mucho detalle, intensidad y vivacidad la estancia claretiana en Cuba, en la que aparece toda la riqueza humana y espiritual, más aún, la increíble osadía creativa y apostólica de Claret (pp. 239-347).

Aunque el libro es sobre todo histórico, dedica también páginas a exponer la espiritualidad del santo (pp. 239-250, 310-312); otras veces, se detiene en la narración histórica para hacer un análisis de la vivencia espiritual, o crecimiento espiritual del misionero (por ejemplo, pp. 107-119).

El estilo tiende a ser más bien apologético, devoto, pero sin exagerar, si bien teniendo en cuenta la mentalidad y lenguaje del siglo XIX, que tendía a ser drástico y un tanto milagrero (cfr. pp. 154, l58). Sí que hubiera sido mejor que de vez en cuando algunas afirmaciones históricas, culturales, e incluso geográficas de una cierta importancia hubieran sido un poco más precisas; por ejemplo, sin pretender ser exhaustivos, en las pp. 40-41, 52, 64, 120, 125, 126, 138, 154, 208, 510, 511… Un detalle, la foto de la casa-misión de Vic (p. 384b) está al revés.

El volumen se lee con avidez, dado el estilo literario y la óptima impresión. La personalidad de Claret queda resaltada como una grandísima figura tanto en el período de Cataluña, como en Cuba y en Madrid. Véase, por ejemplo, todo lo sucedido con motivo del atentado de Holguín en Cuba (pp.335-347).

Es particularmente significativa la parte dedicada a la historia y vicisitudes de Isabel II, necesario para entender esta figura de mujer, la relación luego con su confesor (pp. 348-367) y la intricada historia de la renovación de El Escorial (pp. 348-367). Así como la situación económica general de gran desarrollo entrada en crisis a mitad de los años sesenta, por motivos políticos (pp. 592-599). Es en este período que tuvo lugar la dramática cuestión del reconocimiento del reino de Italia y la caída de los estados pontificios (pp. 600-624) y su influjo en la vida ulterior de Claret en Madrid (pp. 625-631). Todo lo del reconocimiento del reino de Italia se lee casi como una novela (pp. 600-631).

Se extiende largamente sobre los viajes de la corte por España y Lisboa, que permitieron a Claret -que se había quejado de haberse quedado “con una sola oveja”, él que quería ser misionero universal-  poder predicar por las grandes ciudades de toda España (pp. 542-591). En realidad, Dios le llevó por donde el misionero no hubiera podido nunca soñar.

Dedica mucho espacio también a las nuevas Congregaciones religiosas: las misioneras claretianas de la Madre Antonia París (pp. 325-328, 454-462), la fundación de la Madre Joaquina de Vedruna (pp. 448-454), la de la Madre Micaela (pp. 463-496) sin pasar por alto los problemas de carácter de esta futura santa (pp. 478-481, 488-496); y, como es obvio, da mucho espacio a los misioneros claretianos fundados por Claret (pp. 185-193, 497-535, 713-725, cf. 726-743).

Muy interesante y lograda la síntesis acerca del concilio Vaticano I (pp. 665-711), con las varias tendencias, tensiones y afirmaciones  doctrinales, y la situación y papel de Claret.

Las últimas páginas, con todo lo vivido por el apóstol en Prades y Fontfroide (pp. 712-743) están narradas de manera emocionada y conmovedora, sirviéndose continuamente de los varios testigos presentes (Clotet, Xifré, monjes del monasterio…).

En fin, a pesar de que el volumen es muy largo, no se hace pesado, sino que su lectura es ágil y agradable. Y sobre todo la conclusión que se saca al final es la grandeza humana y espiritual de Claret, pequeño de estatura pero de alma gigante, de una actividad prodigiosa, vivida siempre en la presencia de Dios; calumniado y admirado, festejado y perseguido, como dijo en su homilía Pío XII cuando lo proclamó santo el 7 de mayo de 1950 (p. 743 n. 35).

J. Rovira, cmf.