«¡Oh Dios mío y Padre mío!, haced que os conozca y que

[os] haga conocer; que os ame y os haga amar; que os sirva y os haga servir; que os alabe y os haga alabar de todas las criaturas» (Aut233).

ORACIÓN APOSTÓLICA

Esta oración es conocida como la «oración apostólica» de Claret, una de las más famosas y populares oraciones salidas de su pluma. En ella recoge un doble movimiento: hacia Dios y hacia los demás.

«Dios» y «Padre» aparecen unidos en la plegaria claretiana. Esa unión es muy fecunda. Une dos experiencias: la transcendencia divina y su amor misericordioso. Por ello, recitar esta oración despierta en el orante una depuración de la imagen de Dios.

Toda la oración está imbuida de gratuidad. En ella no hay ningún rastro de «prometeísmo». Detrás de la invocación inicial añade «haced que», indicando así estar persuadido de que el logro de lo que pide depende, sobre todo, de Dios, no tanto de él. Las cuatro peticiones dobles se presentan con cuatro verbos. Unidos señalan un programa de crecimiento espiritual y, a la vez, un programa pastoral: «Conocer, amar, servir y alabar». Y hoy, como siempre o tal vez más que nunca, necesitamos conocer y dar a conocer a Dios porque Él es el gran desconocido. Seguidamente es imprescindible amar y hacer amar a Dios porque Él, más que amado, suele ser temido y mirado con recelo. Además debemos servirle y hacer que sea servido, porque con frecuencia muchos tienden a manipularlo y a utilizarlo. Finalmente, la alabanza coral a Dios, que es cúspide de toda acción espiritual y pastoral: alabanza divina, de manera especial en la celebración litúrgica, cumbre y meta de la vida cristiana.

Una invitación: reza lentamente la «oración apostólica» de Claret.