«Los justos […], siguiendo la sólida y recta senda de la justicia, en que se hallan encarrilados, son ya felices en cuanto es posible serlo en este infeliz mundo, y guardando siempre el mismo tren de vida, andan y adelantan mucho sin cesar hacia la patria, a donde llegarán con prontitud y seguridad» (El ferrocarril. Barcelona 1857, p. 11s).

OPCIÓN POR LA JUSTICIA

Los «justos»… Palabra poco frecuente en nuestro vocabulario cotidiano. ¿Quiénes son los justos? ¿Los que hacen lo correcto? ¿Los que dan a cada uno lo suyo? ¿Los que pretenden amar a Dios, pero acaso no se preocupan de los demás?

La palabra «justicia» en el vocabulario bíblico significa mucho más que en el ámbito jurídico. El Sínodo de los Obispos de 1971, en su documento La justicia en el mundo,hace una buena síntesis:

«En el AT, Dios se revela a sí mismo como el liberador de los oprimidos y el defensor de los pobres, exigiendo a los hombres la fe en él y la justicia con el prójimo […]. Cristo, con su acción y su doctrina, unió indisolublemente la relación del hombre con Dios y con los demás hombres […]. Cristo mismo se hizo solidario con estos sus “pequeños hermanos”, hasta llegar a afirmar: “Cuanto hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40)».

El compromiso por la justicia y la paz no es algo accesorio en la vida cristiana; surge de la entraña misma de la fe. Ser justo es realizar el sueño de Dios sobre nuestra vida, y la justicia consiste en que la humanidad entera responda al sueño de su Creador… Y Dios sueña con que todos seamos hermanos y la humanidad entera goce de los bienes de la tierra mientras camina hacia los bienes eternos.

¿Estoy comprometido con la justicia, la paz y la integridad de la creación?